Guadalajara se llenó de emoción y tradición en la tarde del lunes festivo, con la celebración de su patrona, la Virgen de la Antigua. La ciudad se volcó en una procesión que recorrió el corazón de Guadalajara, partiendo desde la concatedral de Santa María con el repique solemne de las campanas a las 20 horas.
La imagen de la Virgen lucía un vestido y pecherín en tono beis, con brocado floral en dorado y plateado, y un manto de terciopelo azul con bordados de estrellas en oro y plata, acompañado de una mantilla de hilo de oro. El Niño Jesús también iba ataviado de manera similar, completando una estampa solemne y delicada que emocionó a los asistentes.
Miles de personas acompañaron a la Virgen en su recorrido más tradicional, que fue recuperado hace dos años por la cofradía. La procesión pasó por diferentes calles hasta llegar al santuario, con la participación de alcarreños y alcarreñas ataviados con trajes típicos y entonando jotas y seguidillas.
Tras el paso de la Virgen, las autoridades eclesiásticas, militares y civiles cerraron el cortejo, con la alcaldesa Ana Guarinos encabezando la Corporación municipal. Más de cincuenta músicos de la banda de Mondéjar cerraron la comitiva institucional.
La emoción se desbordó al llegar la Virgen a las puertas del santuario, donde se leyeron poesías de Teresa de la Cruz y se soltaron palomas. El obispo Julián Ruiz Martorell pronunció unas palabras de reconocimiento a la devoción de Guadalajara por su patrona, seguido de la quema de la tradicional hoguera.
Con los últimos compases de la banda y los fuegos artificiales, la Virgen cruzó el umbral de su casa justo a las 23:00 horas. Guadalajara demostró una vez más su fe y su identidad, con toda una ciudad rindiendo homenaje a su patrona.
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